En su homilía, el pontífice habló sobre el significado de los óleos, e hizo un llamado a todos los cristianos: "Como bautizados, no hay razón para alardear. Eso es más bien una cuestión que nos alegra y, nos inquieta. Nosotros, señaló el Papa, –el Pueblo de Dios– ¿acaso no nos hemos convertido en un pueblo de incredulidad y de lejanía de Dios? ¿No es verdad que en el Occidente, los países centrales del cristianismo están cansados de su fe y, aburridos de su propia historia y cultura, ya no quieren conocer la fe en Jesucristo?" Se preguntó el pontífice, esto en clara alusión a los países europeos, en donde, como sabemos, la llama de la fe parece apagarse. Más adelante Benedicto XVI precisó: “No obstante toda la vergüenza por nuestros errores, no debemos olvidar que también hoy existen ejemplos luminosos de fe; que también hoy hay personas que, mediante su fe y su amor, dan esperanza al mundo”, y aquí el Papa se refirió a Juan Pablo II, a quien definió como un gran testigo de Dios, alguien lleno del Espíritu Santo.
Al final de la homilía cientos de sacerdotes que participaron y concelebraron en la ceremonia renovaron sus promesas sacerdotales de obediencia, servicio y caridad.
Homilía del Jueves santo
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